Os colombianos conseguem fazer jornalismo mais contundente do que o nosso. Reproduzo hoje o editorial do El Tiempo, de Bogotá, sobre a entrega do patrimônio nacional da Amazônia a concessões estrangeiras. A selva existe porque a preservamos, ao contráro dos americanos e europeus, que cortaram até o último caule e incendiaram até a última folha. Mas levamos a fama de irresponsáveis. Claro, temos governos que nos entregam de bandeja. Vejam o editorial, que está em espanhol, claro, e me foi enviado pelo corresponde do Diário da Fonte em Brasilia.
La selva que todos quieren
Según algunas noticias, Brasil se prepara para privatizar buena parte de la Amazonia mediante concesiones territoriales a empresas e individuos para explotar maderas, productos vegetales, minas, turismo y ganadería. El gobierno brasileño desmintió tajantemente esta especie y la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, afirmó que trabajan exactamente en sentido opuesto: "Queremos evitar cualquier tipo de pretensión sobre el Amazonas que no respete la soberanía brasileña".
Hay que aceptar las palabras de la ministra, aunque las dos noticias no son incompatibles. Al conceder licitaciones por un número de años, así sea a firmas multinacionales, el Gobierno estaría ejerciendo la soberanía y podría amortiguar las fuertes presiones de distintos intereses que se proyectan sobre la selva. Algunos la explotan ya sin ningún recato y con pocos controles, y en torno a sus recursos giran mafias dispuestas a asesinar a quien las denuncie, como ocurrió al ecologista Chico Mendes.
Las afirmaciones, rumores y datos falsos que a menudo circulan por Internet sobre el Amazonas reflejan la triple tensión existente entre los Estados suramericanos que tienen soberanía amazónica, la comprensible preocupación reinante en el mundo científico por la indefensión de este valioso territorio -que cada año pierde 25.000 kilómetros cuadrados por talas de bosque- y los apetitos de explotación de la selva que palpitan en muchos sectores. En las discusiones sobre el TLC, sin ir muy lejos, las pretensiones de propiedad biológica tienen nombre propio: la diversidad amazónica.
La Amazonia brasileña -casi 5 millones de kilómetros cuadrados- es la selva más grande del mundo, y la cuenca total representa una quinta parte del agua dulce y otro tanto del bosque tropical del planeta. En su territorio yacen grandes minas de minerales escasos, como uranio, titanio, niobio y bauxita. Pero, más importante que todo, la Amazonia es el mayor depósito biológico de la Tierra, con más de 500 especies vegetales por hectárea y miles de especies animales. No existe laboratorio genético ni regulador de aguas y temperaturas más rico que esta región.
Desde el siglo XIX, los países poderosos le han puesto el ojo. Data de 1850 el primer escrito que menciona "la incapacidad de los brasileños para desarrollar la región", descalificación que implica también a colombianos, peruanos, ecuatorianos y venezolanos. Aquella inquietud se ha extendido. El vicepresidente Albert Gore señaló en 1989 que, "contra lo que piensan los brasileños, la Amazonia no es de ellos, sino de todos". A ello, un intelectual brasileño respondió que, en ese caso, también son de todos Nueva York, París, los museos europeos, los Alpes y otra serie de bienes que representan patrimonio de la humanidad. El presidente francés Francois Mitterrand habló de que "Brasil debe aceptar una soberanía relativa sobre la Amazonia", y el primer ministro británico John Major recomendó en 1992 una intervención militar directa para salvar la ecología de la región.
La Amazonia, pues, es zona caliente en todo sentido y no sorprende que se procure crear una atmósfera enrarecida sobre su manejo. Hacen bien Brasil y los países limítrofes en defender su soberanía, particularmente frente a países contaminadores y consumidores que a nadie pueden dar lecciones de respeto ambiental. Pero también conviene cuidarla al máximo y estudiar con minuciosa atención las consecuencias de cualquier proyecto económico en el área.
Nenhum comentário:
Postar um comentário